El desfile de Balenciaga ha ofrecido la visión de un oscuro apocalipsis
En un auditorio negro como la tinta, los modelos de Demna desfilaron sobre un mundo oscuro y medio hundido.
Fotografía Mitchell Sams
El espectáculo de Balenciaga esta temporada, que tuvo lugar nada menos que en la Cité du Cinéma, a las afueras de París, sumió a los invitados en una apocalíptica oscuridad, navegando a través de una serie de túneles que conducían hacia el gran auditorio. Cuando llegabas, te sentías desorientado espacialmente: había una superficie reflectante que cubría el suelo, los invitados no podían decir donde empezaba lo de arriba y dónde acababa lo de abajo, la oscuridad reflejaba la oscuridad, un pozo negro interminable.

El techo se iluminó, con representaciones digitales de nubes que se arremolinaban en las pantallas de LED en lo alto, acompañadas de música industrial. Debajo de la luz, el pozo negro sin fondo se reveló como un abismo acuoso. Era difícil no interpretarlo como una metáfora de la crisis climática, pues el escenario era salvajemente post-apocalíptico, agresivo y oscuro. Se sentía como si el mundo se hubiera vuelto del revés.

Cuando aparecieron los diseños, se reflejaron sobre el escenario con un efecto igual de agresivo e igual de oscuro. Las prendas, con ese aire de culto que envuelve siempre a Balenciaga, acentuaron la percepción de solemnidad. Prendas de lana y terciopelo negro, vestidos largos, capas fluidas, capuchas sin abrigos, siluetas largas, ominosas y ondulantes.

"El atuendo clerical y las túnicas cortesanas se reinventan como ropa informal", explica la nota del desfile, "Una mezcla de negocios y placer, estética subversiva y tradiciones clásicas". Pudimos ver hombros de pagoda gigantes, abrigos de goma con púas y escotes dramáticamente alargados y zapatos de punta creados en colaboración con Vibram. El neopreno, el nylon y el equipo de motocross se reinventaron como elementos prácticos para este nuevo mundo. "Así es la nueva vestimenta gótica", decían. Uno de los elementos que llamó mucho la atención fueron unas botas de agua con accesorios para el cargador de iPhone, hechas para pisar fuerte en este mundo oscuro y sumergido.

El negro, explicó Demna, fue un homenaje a Cristóbal Balenciaga. Era el color favorito del diseñador vasco. Demna reinventó las siluetas de Balenciaga como elementos modernos de lujo informal, reduciéndolos a su forma o idea y reconstruyéndolos en nuevas formas. Era, dijo, un retorno a sus propias raíces, el amor por la confección, la poesía de la autoexpresión.

Against this simplicity -- striking silhouettes, black on black, aggression and beauty -- the set continued to swirl. It was a dramatic light show of rolling thunderous clouds and swarms of birds. It felt epic. By the time the clouds had rolled back, and the flames burnt out, the space was left in total darkness. No finale, but an incredible fashion moment.














Créditos
Fotografía Mitchell Sams
Este artículo apareció originalmente en i-D UK.